De la filosofía cartesiana podemos extraer una importante lección de cómo comportarnos si queremos vivir nuestras vidas con mayor autenticidad: Nos referimos a la duda metódica, que viene a ser un poner en tela de juicio todas las creencias, opiniones y supuestos conocimientos que tenemos tanto de nosotros mismos como del mundo.
Es este un interesante ejercicio mental que puede ayudarnos a reconstruir y ampliar nuestra identidad, más allá de los condicionantes recibidos (pre-juicios) a través de nuestra herencia familiar, social y cultural. Para ello, hay que tener cierta osadía y atrevimiento, la valentía de cuestionar los cimientos en los que se asienta nuestro- quizá- obsoleto concepto de nosotros mismos.
En la filosofía cartesiana, este cuestionamiento es un primer paso (por eso se llama duda metódica y no sistemática), que favorecerá la construcción de un nuevo edificio del saber, basado en conocimientos ciertos (cuyo criterio de verdad se basa en no aceptar como válida ninguna idea que no me aparezca como clara y distinta).
Desde nuestra perspectiva, consideramos interesante, como actitud vital, este espíritu de no dar nada por supuesto sin antes investigarlo, pues muchas de las limitaciones que inhiben nuestro desarrollo interior tienen su núcleo en creencias y valores aceptados de forma acrítica.
Aceptamos la demolición del edificio de nuestras creencias como válido (aunque quizá no sea una condición sine qua non), a la hora de actualizar la información que tenemos sobre quiénes somos hoy, cuál es el lugar que ocupamos en el mundo, y qué sé acerca de éste.
Sin embargo, y éste será motivo de otro post, consideramos que el edificio cartesiano construido a partir de aquí no se erige sobre cimientos seguros, al iniciarlo por el cogito ergo sum (pienso, luego existo), cosa como mínimo cuestionable.
Por ahora, baste con destacar esta actitud filosófica de no aceptar como válido todo lo que hemos recibido y, en los tiempos que corren, podríamos ampliarlo a no aceptar por verdadera toda la información que nos llega, sea de otras personas, familiares, políticos, expertos, televisión, internet, etc.
Por el contrario, y esto ya será desviarnos del filósofo francés, primero accederemos a ver si toda esta ingente información referente a mí mismo y a la vida me resuena interiormente.
¿Qué importancia real puede tener el resultado de un partido de fútbol a cientos de kilómetros entre personas que ni conozco? ¿tendría la misma importancia si en vez de con los pies jugaran con las manos-balonmano- y si eso no saliera por la tele?
¿Soy lo que dicen mis padres, profesores, maestros, jefes o personas de autoridad? ¿Soy lo que se espera de mi? ¿soy lo que creo que soy? ¿Es el mundo como realmente lo interpreto? ¿Qué creencias sustentan mi visión del mundo?