«Un monje, pidiendo ser instruido, dijo a Bodhidharma:
-No tengo paz mental. Por favor, da paz a mi mente.
-Trae tu mente aquí, ante mí -contestó Bodhidharma-, y le daré la paz.
-Pero, cuando busco mi mente, dijo el monje-, no la encuentro.
-¡Ya ves!- exclamó Bodhidharma-, ya la tienes pacificada.»