El hombre que se incomodaba por nada

«Existía un hombre que había nacido en el país de Yen, pero creció muy lejos de él, en el país de Chu. Ya en la vejez, sintió añoranza de su país natal y decidió regresar allí para vivir.
Cuando viajaba hacia el país que lo había visto nacer, atravesó el país de Chin. Sus compañeros de ruta decidieron gastarle una broma y le dijeron:»Este es tu país natal». El hombre se quedó en silencio y pensativo.
Otro amigo señaló un edificio y le informó: «Mira, allí está el templo de tu barrio». El hombre suspiró profundamente.
Otro compañero lo condujo a una casa abandonada y le comentó: «He aquí la casa de tus antepasados. El pobre hombre estalló en sollozos.
Otro compañero le condujo ante un grupo de tumbas, afirmando: «Tus antepasados están enterrados aquí». En ese momento el hombre empezó a llorar ruidosa y amargamente.
Al ver su dolor, los amigos decidieron que había acabado la diversión y le contaron que simplemente estaban gastándole una broma.
El hombre que padecía de añoranza quedó muy confuso por sus explosiones emocionales y permaneció en silencio durante el resto del viaje.
Cuando por fin llegaron a su país natal, vio la casa de sus antepasados y las tumbas de sus familiares, y no se sintió tan mal.
¿Podríamos afirmar que el hombre se dolió por nada cuando sus amigos se burlaban de él?. No podemos decir que sus emociones fueran falsas, porque él creía realmente lo que sus amigos le decían. Nuestras emociones son el resultado de nuestras creencias. No tienen nada que ver con la realidad objetiva. A nuestra creencia en algo seguirán nuestras emociones. Si creemos en otra cosa, experimentamos emociones diferentes. Al comprender esto, el hombre que sentía añoranza se dio cuenta de que sus emociones dependían de lo que creía que veía, no de lo que había realmente. Así pues, cuando por fin llegó a su tierra, sentía un menor apego a su añoranza y, en consecuencia, sus sentimientos no fueron tan agitados por el entorno.»

Del Lie Tse. Una guía taoista sobre el arte de vivir.