
Cerré los ojos, observé la respiración y poco a poco me fui vaciando. Empecé a sentir el espacio infinito, pude contemplar estrellas, galaxias y planetas. Allá, a lo lejos, un mundo maravilloso iba haciéndose figura, un lugar con miles de especies diferentes, minerales, vegetales, animales…Era increíble la belleza que albergaba en sus diferentes formas, la profundidad de sus océanos, la altura de sus montañas, la frondosidad de sus bosques. Parecía como si todo estuviera moviéndose al unísono, danzando las armónicas melodías orquestadas por una sabía inteligencia. El planeta todo semejaba un gran organismo que se autorregulaba rítmicamente, inspirando y espirando, viviendo, muriendo y renaciendo.
Últimamente se está hablando mucho del cambio climático, y realmente es algo que necesitamos atender. Sin embargo, creo que para que nuestra especie pueda mantener la existencia en este excelso planeta, hace falta un cambio de mentalidad. La solución a la crisis climática no es meramente una cuestión técnica (si bien es importante), sino que requiere una revisión profunda de nuestra cosmovisión y del lugar que ocupamos en el universo. Necesitamos salir de la inopia capitalista basada en el ego y el interés particular, tanto como del paradigma mecanicista que hace de la naturaleza una cosa, un objeto, una máquina que podemos manipular a nuestro antojo. Quizá nos ayude, además de hacer leyes y revisar nuestra forma de vida, cerrar los ojos para sentir la Unidad que esencialmente somos.